Y al punto Febo Apolo habló así entre las diosas: 
"Tenga yo la cítara amiga y el curvado arco, y con mis oráculos revelaré a los hombres la verdadera voluntad de Zeus". 

Habiendo hablado así, echó a andar por la tierra de anchos caminos Febo intonso, que hiere de lejos. Todas las inmortales se admiraron. Y toda Delos estaba cargada de oro y contemplaba con júbilo la prole de Zeus y de Leto, porque el dios la había preferido a las demás islas y al continente para poner en ella su morada...

Homero, Himno a Apolo, versos 129-136.

Iniciamos nuestro periplo, de la mano de Pausanias, en Atenas, punto de partida de un recorrido geográfico e histórico que nos llevará a visitar y conocer algunos de los yacimientos y restos arqueológicos más importantes de Grecia.

En Atenas nos esperan el templo de Zeus Olímpico, el odeón de Herodes, el teatro de Dionisos, el templo de Efesto, al Ágora romana y la biblioteca de Adriano, el Ágora griega y su Museo y , por supuesto, nos detendremos en la Acrópolis, donde monumentos como el Erecteion, el templo de Atenea Nike o el Partenon han sido testigos mudos del paso del tiempo desde hace siglos. Dedicaremos especial atención al Museo de Arte Cicládico, al Nuevo Museo de la Acrópolis y al fascinante Museo Arqueológico Nacional. También tendremos tiempo para callejear y disfrutar de las animadas calles de la ciudad.

Tras abandonar Atenas, nuestra primera parada será Eleusis, cuna del famoso poeta trágico Esquilo. Entre las ruinas del enigmático telesterion, nos iniciaremos en los misterios eleusinos, uno de los cultos más célebres en la Grecia antigua y posteriormente en Roma, mientras evocamos las figuras de las diosas Demeter y Perséfone.

Tras cruzar el famoso estrecho, nuestro siguiente destino serán los restos arqueológicos de Corinto, una de las más famosas ciudades griegas de la antigüedad. A escasos kilómetros hacia el sur nuestro viaje nos llevará ascendiendo hasta el Acrocorinto, una elevación usada como acrópolis por los corintios y que, con el paso del tiempo, fue fortificada por bizantinos, francos, venecianos y otomanos.

Desde el Acrocorinto nos adentraremos en el Peloponeso hasta detenernos en Micenas, rica en oro, la ciudad de Agamenón. Recorreremos tranquilamente sus ruinas, tras atravesar su muralla ciclópea, bajo la atenta mirad de los Leones que guardan su puerta, y visitaremos los imponentes Tesoros de Clitemnestra, Egisto, de los Leones y, por supuesto, el de Atreo.

Nuestros pasos nos llevarán hacia el sur hasta las murallas de Tirinto, la bien murada, otro de los enclaves micénicos más importantes, donde visitaremos los restos de su famoso mégaron.

A escasa distancia de Tirinto nos detendremos en Nauplia, considerada en la antigüedad como el puerto de Argos, ciudad en la que han dejado su huella bizantinos, otomanos y venecianos y primera capital del actual estado heleno y primera capital del actual estado heleno.

Desde Nauplia nos encaminaremos hacia el este: nuestra siguiente parada será Epidauro, donde visitaremos su famoso teatro, construido en el siglo IV a.C para acoger el festival de las Asclepias, y los restos arqueológicos del Asklepeion, dedicado al dios de la medicina Asclepio, uno de los santurarios curativos más importantes del mundo antiguo.

Retornaremos a Nauplia, desde donde nos dirigiremos hacia el sur hasta detenernos en el enclave más importante desde el punto de vista histórico del Peloponeso: Esparta. Visitaremos las ruinas de esta mítica ciudad, protagonista de los más importantes capítulos de la Historia antigua de Grecia.

Desde Esparta nos dirigiremos hacia el noroeste, estadio tras estadio, hasta llegar a Andrítsena, donde contemplaremos el imponente templo de Apolo Epicurio, obra del arquitecto Ictino, quién también trabajó en el diseño del Partenón de Atenas.

El camino nos llevará hasta Olympia, donde visitaremos los restos del Templo de Hera y el famoso estadio, sede los primeros Juegos Olímpicos de la Historia disputados en el año 776 a.C. También visitaremos, entre otros restos, el taller de Fidias, donde sus manos tallaron la gigantesca estatua de oro y marfil de Zeus, considerada como una de las 7 maravillas del mundo. Nuestro recorrido por Olympia terminará visitando el Museo Arqueológico, que alberga alguna de las obras artísticas más importantes del mundo griego antiguo, como el Hermes de Praxíteles.

Tras cruzar el Golfo de Corinto, llegaremos a Delfos, el ombligo del mundo y uno de los lugares más sagrados para los griegos desde tiempos remotos. Allí realizaremos el ritual de la purificación en la Fuente de Castalia, recorreremos laVía Sacra deteniéndonos en los Tesoros de los Sicionios, Sifnios y Atenienses, hasta llegar al corazón del santuario, el templo de Apolo, donde tendremos oportunidad de consultar a su oráculo. También tendremos tiempo de visitar el Teatro, el estadio donde se celebraban los Juegos Píticos, el templo de Atenea Pronaia y, por supuesto, el Museo Arqueológico, donde podremos admirar, entre otros, al famoso auriga, obra maestra realizada para conmemorar la victoria del tirano Policelo de Gela en la carrera de cuádrigas de los Juegos Píticos.

Continuando con nuestro recorrido, en el paso de las Termópilas y en la llanura de Maratón pisaremos el suelo en el que los griegos combatieron contra los persas durante las Guerras Médicas, y visitaremos los monumentos dedicados a la memoria de Leónidas y sus famosos 300 espartanos (y tespios), muertos en las Termópilas y a la de los hoplitas atenienses caídos en Maratón.

De vuelta a Atenas, nuestro viaje en el tiempo nos llevará a contemplar la puesta de sol desde el templo de Poseidón en el cabo Sóunio, al sur del Ática, lugar usado en la antigüedad como observatorio desde el que se divisaban los barcos que se acercaban a Atenas.

Calzándonos las sandalias de Hermes, cruzaremos el Egeo hasta llegar a Mikonos, punto de partida para visitar la sagrada isla de Delos, lugar donde nacieron los gemelos más importantes de la mitología griega: Apolo y Artemisa, sede de la Liga Délica orquestada por Atenas y del tesoro de la confederación, puerto franco y centro del comercio en el Mediterráneo oriental durante el dominio romano.

Volaremos de vuelta a Atenas y pondremos fin a nuestra particular Odisea, retornando, con el beneplácito de los antiguos Dioses del Olimpo, a nuestro hogar.

 

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