Embelleció hasta tal punto Roma, cuyo ornato no se correspondía con la majestad del imperio y que, además, se encontraba expuesta a las inundaciones y a los incendios, que pudo con justicia jactarse de dejarla de mármol, habiéndola recibido de ladrillo. En cuanto a su seguridad, la garantizó incluso para el futuro hasta donde la razón humana lo pudo prever.
Suetonio, Vida de los doce Césares
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