"Musa, cuéntame las obras de la áurea Afrodita Cipria, que infunde en los dioses suaves deseos y subyuga las razas de los mortales hombres, las aves mensajeras de Zeus y las fieras todas, así las que cría en gran número el continente como las que nutre el mar; que a todos les preocupan las obras de Citerea, la de hermosa corona".
Himno homérico a Afrodita (V), 1-5
Encarándose hacia Asia Menor, a caballo entre Oriente y Occidente, la isla más al levante de todo el Mediterráneo es, desde la prehistoria, un punto de contacto y conflicto entre culturas. A partir del Tercer Milenio, numerosas civilizaciones arribaron a sus costas para proveerse del metal que la nombra, el cobre -en griego, kýpros-, indispensable para la fabricación del bronce que define toda una edad arqueológica. Pero al margen de su prosaico valor estratégico y comercial, la fama que tuvo en el pasado también se debe al hecho de que algunos mitógrafos afirmaron que fue este el lugar donde nació Afrodita, brotando de la espuma marina, la diosa Anadiomena. Y lo cierto es que el culto a ídolos femeninos, relacionados con la fertilidad, ha sido atestiguado desde sus más pretéritos tiempos.
Precisamente por ello, nuestro viaje dará inicio, de forma simbólica, en su viejo santuario de Pafos, donde aquella fue adorada en la forma anicónica de un betilo que ha llegado hasta nuestros días. A continuación, proseguiremos con la llamada necrópolis real, un conjunto de sorprendentes hipogeos tallados junto al mar, y la propia ciudad-estado, en la que destacan sus exquisitos mosaicos figurativos de época romana, cuando fue visitada por Pablo de Tarso.
Desde allí, camino a Kourion -una de las pólis más importantes, a cuyo cargo estaba el recinto sagrado de Apolo Hylates-, acudiremos al sitio donde la tradición afirmaba que nació Afrodita, Petra tou Romiou, llamándosela desde entonces Cipria. Con posterioridad, alcanzaremos Limasol, base operativa de los cruzados que se dirigían a Tierra Santa y en cuya iglesia se casó el mismísimo Ricardo Corazón de León con Berenguela de Navarra. Pero mucho antes que todo aquello, el enclave fue transitado por miles de peregrinos que concurrían en el santuario de la deidad existente sobre la colina de Amatunte. Antes de abandonar la región meridional, nos detendremos en Jiroquitía, un gran asentamiento neolítico de cabañas circulares, considerado Patrimonio de la Humanidad desde 1998. En Larnaka nos detendremos en la zona arqueológica de Kition: en el enclave, habitado al menos desde el siglo XIII a.C, murió Cimón de Atenas durante la expedición ateniense contra los persas.
En Nicosia, la capital, existe un museo arqueológico donde se atesoran conocidos materiales como el ídolo de Pomos, el conjunto votivo de Santa Irene o los ajuares de la necrópolis regia de Salamis. Sin embargo, aquí es inevitable trascender lo antiguo y contemplar su presente histórico, puesto que en su centro, en la Europa del siglo XXI, aún existe una vergonzante división urbana mediante un muro y alambre de espino tras la invasión turca de 1974. Una vez cruzado el check-point de la ONU, ya en la parte ocupada (República Turca del Norte de Chipre), contemplaremos la desconcertante imagen de la catedral gótica de Santa Sofía transformada en mezquita. A su alrededor, se despliega toda una barriada comercial cuyo origen radica en un cercano caravasar del siglo XVI, abastecido por la ruta de la seda.
Aparte de ello, en la zona septentrional, recorreremos Salamis, frente cuyas costas, antes de convertirse en un importante núcleo romano, se dio la batalla naval entre dos diádocos, Ptolomeo y Antígono ‘el Tuerto’. Muy próxima a ésta, se halla Famagusta, el último baluarte de resistencia veneciana frente al empuje de la Sublime Puerta, con sus inmensas fortificaciones a las que ascenderemos para evocar la heroica resistencia de los hombres de Bragadino y la figura del dux Cristóforo Moro, quien, tal vez, inspiró la figura del Otelo de Shakespeare.
Por último, la gran basílica paleocristiana de Soli y el palacio clásico de Vouni precederán a la elegiaca contemplación de las ruinas del monasterio de Bellapais, junto al cual se halla el peligroso Árbol de la Ociosidad y la casa de Lawrence Durrell, descritos en sus Limones amargos. A modo de colofón, volveremos a descender al mar hasta el castillo de Kyrenia, en cuyas salas se contienen los objetos recuperados en uno los pecios más famosos del Mediterráneo. Con su hundimiento se cierra el un ciclo que comenzó justo a la inversa, con Afrodita emergiendo de las olas, en esta, su isla, la tan codiciada Chipre.
DOCUMENTACIÓN NECESARIA PARA VIAJAR: es necesario disponer de pasaporte en vigor con 6 meses de validez para entrar en la zona norte de la isla (República Turca del Norte de Chipre). Más información en la web del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación.